Hasta la Eternidad...

martes, 27 de octubre de 2009

El grupo del Movimiento Juvenil Salesiano MATICES presenta la obra "Hasta la Eternidad" basada en la vida del joven mártir Salesiano Cooperador Bartolomé Blanco Márquez.

Obra escrita por: Martín Piedra

Fecha: Sábado 31 de octubre
Hora:
20 hrs
Lugar: Auditorio de la Parroquia María Auxiliadora, Lima 05, PERÚ

El 24 de septiembre Bartolomé fue trasladado a la cárcel de Jaén, en cuyo pabellón de ‘Villa Cisneros’ tuvo la suerte de coincidir con quince sacerdotes y otros muchos seglares fervorosos. En dicha cárcel fue juzgado y condenado a muerte, el día 29 de septiembre.


En el juicio sumarísimo por el que tuvo que pasar, Bartolomé dejó constancia inequívoca de sus creencias. Tanto el juez como el secretario del tribunal no dudaron en mostrarle su admiración por las dotes personales que le adornaban y por la entereza con que profesó sus convicciones religiosas. Bartolomé oyó al fiscal solicitar en su contra la pena capital y comentó sin inmutarse que nada tenía que alegar, pues, caso de conservar la vida, seguiría la misma ejecutoria de católico militante.


Siempre se había caracterizado por confesar su fe con optimismo, elegancia y valentía.


Las cartas que la víspera de morir, escribió a sus familiares y a su novia son una prueba fehaciente de ello. “Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia, que quiero vaya acompañada de hacerles todo el bien posible...." Así pues, os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal”, escribía a sus tías y primos. Y a su novia: “Cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos y que en este momento se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nadie nos separará”.


Sus compañeros de prisión han conservado los emotivos detalles de su salida para la muerte, con los pies descalzos, para parecerse aún más a Cristo. Al ponerle las esposas, las besó con reverencia, dejando sorprendido al guardia que se las ponía. No aceptó, según le proponían, ser fusilado de espaldas. “Quien muere por Cristo –dijo-, debe hacerlo de frente y con el pecho descubierto. ¡Viva Cristo Rey!” y cayó acribillado junto a una encina. Era el día 2 de octubre de 1936. Iba a cumplir 22 años.


Fue beatificado por S.S. Benedicto XVI, en Roma, el 28 de octubre de 2007, junto con otros 497 mártires de la persecución religiosa en España entre 1934 y 1937.

Alejandrina Da Costa y Bartolomé Blanco en Octubre

sábado, 24 de octubre de 2009

INVITACIÓN A PARTICIPAR EN LA CELEBRAR DE LOS BEATOS ALEJANDRINA DA COSTA Y BARTOLOMÉ BLANCO

La presente es para invitarte a participar con nosotros de las actividades que hemos preparado en honor de los beatos cooperadores salesianos: Alejandrina Da Costa, beatificada el 25 de abril del 2004 y Bartolomé Blanco, beatificado el 28 de octubre del 2007.

Este día, tendremos la oportunidad de conocer un poco más de nuestros santos y beatos de la familia salesiana, así que quedan cordialmente invitados y esperamos que nos pueda acompañar con su comunidad o grupo, le hacemos presente el programa propuesto para la noche del sábado 31 de octubre del 2009, conmemoración de don Bosco:

6:30 p.m. Rosario en la cripta de la Basílica María Auxiliadora
(Pasaje María Auxiliadora - Alt. 1ra. cdra. Av. Brasil en Breña)
7:00 p.m. Misa en la cripta de la Basílica María Auxiliadora
Renovación de promesa de cooperadores
8:00 p.m. Auditorio de la parroquia María Auxiliadora
Tendremos: Develación de Imágenes de los beatos, presentación de la vida de Alejandrina y Bartolomé, compartir, entre otros... (Av. Arica 207 Breña)

Que el Señor le llene de bendiciones,
Atte.


Antonieta Zavala
Coordinadora


Centro de Salesianos Cooperadores “María Auxiliadora”
Av. Arica 207 Breña, Lima PERÚ.
E-maiL: scmariaauxiliadora@gmail.com

Presentación del libro “Un corazón de fuego” sobre el beato Bartolomé Blanco Márquez

miércoles, 14 de octubre de 2009

El autor del libro, editado por la Biblioteca de Autores Cristianos, es el sacerdote diocesano Francisco Granados Lara.

Casi trescientas cincuenta personas asistieron ayer a la presentación del libro sobre el joven mártir Bartolomé Blanco Márquez en un acto que tuvo lugar en el salón de actos del Palacio Episcopal y que estuvo presidido por D. Juan José Asenjo.


El autor del libro, Francisco Granados Lara, nació en Benamejí (Córdoba) en 1976, y estudió en el Seminario de San Pelagio y en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. Actualmente es Director Espiritual del Seminario Menor, Consiliario de Cursillos de Cristiandad y profesor de Filosofía en el Seminario y en el Instituto Superior de CC. RR. de la Diócesis de Córdoba.


En el acto, Francisco Granados confesó que durante este largo y apasionante trabajo ha descubierto “la figura y, sobre todo, el alma de un apóstol de Jesucristo, de un testigo valiente y audaz de la fe comprometido con la clase social desfavorecida”. Defensor incansable de los obreros, de fe firme y vigorosa, joven comprometido con la Acción Católica e impulsor de los sindicatos católicos… hacen de él un “modelo de apóstol para los jóvenes de nuestro tiempo y para todo cristiano”.


Durante la presentación, también, desgranó los quince capítulos que componen esta biografía: infancia y adolescencia, llegada a los salesianos, compromiso con la Acción Católica, la defensa de los obreros, experiencia en los ejercicios espirituales, impulsor de los sindicatos católicos, servicio militar en Cádiz… Asimismo, en la obra aparecen recogidas artículos, poesías y cartas que el joven mártir escribió a sus familiares y a su novia.


Antes de finalizar, el autor tuvo palabras de gratitud a cuantos el han ayudado para que esta obra saliera a la luz. Un libro vivo y apasionado “de la vida de un joven mártir que tiene mucho que decir hoy a quienes luchamos por seguir las huellas de Cristo”.

¿Cómo vivir la Santidad Salesiana?



La tarea de San Juan Bosco no fue nada sencilla, por el contrario tuvo que superar muchos inconvenientes y dificultades para poder realizar a plenitud el plan de vida que se había trazado. Pero a pesar de los problemas que se le presentaban jamás dejaba de vivir la espiritualidad cristiana con alegría, lo que a la vez servía de ejemplo a sus muchachos para poder alcanzar la santidad.


La santidad que propone San Juan Bosco es alcanzable en la vida diaria, obteniéndose mediante ¡la alegría, responsabilidad, cumplimiento de los deberes, perseverancia y hasta en la misma diversión; es decir todo puede acercarnos a Dios, pero siempre y cuando se tenga como continuo soporte los sacramentos de la Eucaristía y Reconciliación. Por ello se puede vivir la Santidad Salesiana:
  • Teniendo a Cristo como modelo y Maestro en el camino de la santidad.
  • Siendo fieles a nuestro proyecto, a nuestra identidad salesiana.
  • Viviendo la fidelidad de lo cotidiano.
  • Obediencia centrada en el deber.
  • Asumiendo el camino de ascesis: el trabajo y la templanza.
  • Alimentando nuestra fuerza interior con la oración y los sacramentos.
  • Cuidando momentos que permitan controlar la dispersión y el activismo: retiro mensual, ejercicios espirituales anuales, momentos litúrgicos fuertes y vida comunitaria.

Santidad Salesiana

martes, 13 de octubre de 2009

Don Bosco en su afán por convertir a los jóvenes en “buenos cristianos y honrados ciudadanos” los ayudaba a asumir un proyecto de vida encaminado a Cristo, mostrándoles siempre una visión positiva de la vida y de las metas que debían alcanzar.

Con este fin les planteaba como pilares de santidad el esfuerzo personal, la profunda amistad con Jesús y una devoción especial a María, la apertura hacia los demás y el sentido del pecado. Para cumplir con su tarea fundó la Familia Salesiana, que desde un inicio se enriqueció con la santidad, cuyo testimonio es el don más precioso que los Salesianos siempre han ofrecido a la juventud.

De ahí en adelante son cada vez más numerosas las personas que deciden llevar una vida de santidad, demostrando que ésta no es un privilegio de unos cuantos, sino que es más bien un estilo de vida. Esto lo demuestran beatificaciones como del padre Augusto Czartoryski, sor Eusebia Palomino y los cooperadores salesianos Alejandrina Da Costa y el joven Bartolomé Blanco entre otros.

Santidad Juvenil Salesiana




Don Bosco trabajó y dedicó su vida a la formación de la juventud, sólo le bastaba que fueran jóvenes para que los quiera con toda su alma. Pero lo más sorprendente de este amor era el convencimiento de que todo joven era capaz de ser santo, lo cual hoy en día es una realidad y se convierte en la característica que diferencia a los Salesianos, ya que son muchos los ejemplos de santidad juvenil , cuyos mejores representantes son Santo Domingo Savio y la Beata Laura Vicuña, que nos demuestran que no es necesario llevar una vida religiosa para poder obtener la santidad, la cual se puede lograr en la vida ordinaria y común.

La biografía del beato Bartolomé Blanco se presenta en Córdoba

domingo, 11 de octubre de 2009


Como ya anunciara alaGLORIA.es hace unos días el libro biográfico del beato Bartolomé Blanco ya tiene fecha de presentación. Será en el Palacio Episcopal de Córdoba el próximo día 13 a las 20:00 horas, según comunica a este medio nuestro querido Manuel Moreno, Canciller del Obispado de Córdoba y cronista de la ciudad.

El libro del sacerdote Francisco Granados Lara ya tiene rostro y pronto se podrá adquirir en librerías. Nos consta que la invitación se ha hecho extensible al menos a la comunidad Salisiana y suponemos que también a la familia de Bartolomé Blanco. No se descarta aún que también pueda presentarse en Pozoblanco, lo cual creemos adecuado.

El martirio, supremo testimonio de la vida cristiana

domingo, 4 de octubre de 2009

por Mateo González



En los primeros siglos de la Iglesia el culto de los santos comienza con la veneración de los mártires y de sus restos mortales, conservados ordinariamente en las catacumbas. Más tarde, sobre todo a partir del “giro costantiniano” y de la paz de la Iglesia (313 d.C.), en las comunidades cristianas se afianza también el culto de los santos monjes y de los obispos santos. Cuando cesan las persecuciones, al “martirio de la sangre” le sucede el llamado “martirio de la conciencia” (o “en el secreto del corazón”), que era propio de quien se entregaba más radicalmente a la imitación y seguimiento de Jesús.


Es interesante notar que – ya a partir del siglo segundo y hasta nuestros días – el término “mártir” (en griego martys, que significa testigo, y que, por tanto, podría valer para todos los cristianos) se refiere sólo al fiel que ha derramado su sangre (effuso sanguine) por su fe en Jesucristo (in odium fidei). Por eso al “simple” testigo de la fe, que no ha sufrido la persecución cruenta, se le aplican otros términos, especialmente el de “confesor”.


Esta sencilla explicación terminológica sostiene y valora la consecuencia que queremos sacar: desde siempre, en la Iglesia, el “supremo testimonio” de la fe es el del que – como el Señor Jesús – ha dado su vida para que el mal y la muerte fuesen vencidas. Desde los orígenes de la Iglesia...A lo largo de los siglos, el mártir cristiano revive en su carne el duelo entre la muerte y la vida: el mártir muere con el Rey de la vida, y junto a él reina y vive para siempre. Los sufrimientos y la muerte de los mártires son la manifestación más evidente de la fuerza de la resurrección, porque, ante todo, Jesucristo celebra en los mártires su Pascua y sigue venciendo a la muerte.


En toda la historia y hasta hoy, los mártires han despertado en la gente actitudes contrapuestas, que van desde el desprecio a la admiración. Hay quien– a partir de Tácito – los considera fanáticos o locos; y hay quien – como, por ejemplo, san Justino (+ ca. 167) – queda tan impactado por su “intrépido testimonio frente a la muerte”, que lo consideran como un “signo de lo alto”, un verdadero milagro.


Toda la vida de Orígenes (+ 254), uno de los más grandes teólogos de la Iglesia, está marcada por una ardiente aspiración al martirio: “Si Dios me concediese lavarme en mi propia sangre”, confiesa este gran alejandrino en una célebre homilía, “me alejaría seguro de este mundo … Pero son felices los que merecen estas cosas” (Sobre el Libro de los Jueces 7,2).


Como se puede ver en este testimonio, desde los orígenes de la Iglesia se ve el martirio como una gracia de Dios, mucho más que como un mérito del ser humano. San Agustín (+ 430), para evitar las exageraciones de los cristianos que, como los donatistas, iban espontáneamente al encuentro del martirio cruento, nos ha dejado una máxima lapidaria: Non poena, sed causa, facit martyres. No es la pena en sí, es decir, la muerte física, sino la causa – es decir, la suprema imitación y el seguimiento radical de Cristo – lo que hace al mártir.


… hasta hoyHace pocos años, en el corazón del gran Jubileo, Juan Pablo II quiso celebrar una solemne conmemoración de los “mártires del siglo XX”, en el significativo marco del Coliseo. Era el 7 de mayo del 2000.


En aquella ocasión el Papa quiso delinear con palabras incisivas una verdadera “teología del martirio”, que – remontándose a la experiencia cristiana de los orígenes – supera los siglos y permanece como la clave de lectura más a proposito para releer y comprender a fondo el significado del martirio en el “hoy” de la Iglesia y de la historia.


“La experiencia de los mártires y de los testigos de la fe”, dijo entonces Juan Pablo II, “no es característica sólo de la Iglesia de los comienzos, sino que define cada época de su historia. En el siglo XX, además, tal vez aún más que en el primer período del cristianismo, fueron muchísimos los que testimoniaron la fe con sufrimientos a veces heroicos. ¡Cuántos cristianos, en todos los continentes, durante el siglo XIX, para pagar su amor a Cristo, llegaron a derramar su sangre!”


En efecto, según los datos de la Agencia Fides, el cuadro que resume la década 1990-2000 presenta un total de 604 misioneros asesinados. La misma Agencia informa de que en los años 2001-2006 el total de los pastores de la fe asesinados ha sido de 152.


Estas personas, proseguía el Papa, “han sufrido formas de persecución antiguas y nuevas, han experimentado el odio y la exclusión, la violencia y el asesinato. Muchos países de vieja tradición cristiana han vuelto a ser tierras en las que la fidelidad al Evangelio ha costado un precio muy alto”.“La generación a la que pertenezco”, continuaba Juan Pablo II, abriendo una breve referencia autobiográfica, “ha conocido el horror de la guerra, los campos de concentración, la persecución… Soy testigo yo mismo, en los años de mi juventud, de mucho dolor y muchas pruebas. Mi sacerdocio, desde el principio, se vio teñido con el sacrificio de muchos hombres y muchas mujeres de mi generación... ¡Y fueron tantos! Su memoria no se puede perder; más aún, debe recuperarse de forma documentada. Los nombres de muchos son desconocidos; los nombres de algunos los hundieron en el fango sus perseguidores, que pretendieron añadir al martirio la ignominia; los nombres de otros los ocultaron los verdugos. Pero los cristianos conservan el recuerdo de una gran parte de ellos … Muchos se resistieron a doblegarse en el culto a los ídolos del siglo XX, y fueron sacrificados por el comunismo, el nazismo, la idolatría del Estado y de la raza”.


Juan Pablo II recordaba después la “paradoja” característica del Evangelio, en el que el martirio cristiano ahonda sus profundas raíces: “El que ama su vida la pierde, y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna” (Juan 12,25), y explicaba que los mártires “no tuvieron en cuenta su propio provecho, su bienestar y su supervivencia como valores más grandes que la fidelidad al Evangelio. Aun en su debilidad opusieron firme resistencia al mal. En su fragilidad brilló la fuerza de la fe y de la gracia del Señor”.


Es decisiva también la conclusión del mismo discurso, que permite a todo creyente, así como a todas las personas de buena voluntad, captar los motivos por los que hoy celebramos la memoria de los santos mártires: su herencia, decía Juan Pablo II, “habla con una voz más alta que los factores que dividen … Si nos sentimos orgullosos de esta herencia no es por espíritu de clase, y menos por deseo de reivindicación ante los perseguidores, sino para que aparezca clara la extraordinaria fuerza de Dios, que ha seguido actuando en todos los tiempos y bajo todos los cielos. Lo hacemos también nosotros, siguiendo el ejemplo de tantos testigos asesinados mientras pedían por sus perseguidores”.